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viernes, 15 de agosto de 2025

Venezuela Con Queso

Venezuela: Un País de Quesos. Tradición, Sabor e Identidad en Cada Bocado



Venezuela, una nación bendecida por la diversidad de sus paisajes, desde los inmensos Llanos hasta los valles andinos, alberga una tradición quesera tan rica y variada como su geografía. El queso en este país trasciende su condición de simple alimento para convertirse en un pilar fundamental de la identidad culinaria, un hilo conductor que une regiones, historias y sabores.

El legado quesero venezolano se remonta a la época de la colonia, cuando los españoles trajeron consigo la ganadería y las técnicas de elaboración láctea. Sin embargo, en un proceso de adaptación y mestizaje cultural, estas técnicas se fusionaron con el ingenio y los recursos locales, dando origen a una vasta gama de productos autóctonos, elaborados principalmente con leche de vaca, aunque también se encuentran variedades de leche de cabra y, en menor medida, de búfala. La producción es en su mayoría de carácter artesanal, lo que otorga a cada pieza una impronta de autenticidad y tradición.


El Catálogo de los Quesos Venezolanos: Un Viaje Sensorial

 

Queso de Mano: El Corazón Elástico de los Llanos

El queso de mano, una de las más grandes joyas de la gastronomía venezolana, no es solo un alimento. Es una tradición, un arte manual y un símbolo de la identidad de los Llanos. Su nombre, tan descriptivo, nos transporta de inmediato a la faena de los artesanos queseros. Es el testimonio vivo de una labor que exige paciencia y destreza, donde cada pieza se amasa y moldea con las propias manos, en un ritual ancestral que dota al queso de su característica más distintiva: su textura elástica y suave.

Este queso fresco, de un blanco perlado que evoca la pureza de la leche de vaca, tiene un sabor que equilibra la salinidad con una acidez sutil. Es un deleite al paladar que no abruma, sino que complementa. Su frescura es inigualable, un bocado que nos refresca y nos reconforta a la vez. Es un sabor que se siente en la punta de la lengua y nos remite al olor de la hierba húmeda y la brisa de los extensos llanos.

La magia del queso de mano se despliega al someterlo al calor. Su rasgo más distintivo es esa capacidad casi mágica para fundirse y estirarse sin romperse. Es un hilo de sabor que une dos mitades de una arepa recién asada o se entrelaza con el dulzor de una cachapa. No es casualidad que se haya convertido en el relleno perfecto para estos dos pilares de la cocina venezolana. Su elasticidad transforma el acto de comer en una experiencia divertida y deliciosa.

Pero la versatilidad de este manjar no termina ahí. Se disfruta en solitario, en una mesa de desayuno o merienda, acompañado de un pan recién horneado o de galletas saladas. Su suavidad y frescura lo hacen un aperitivo exquisito. También encuentra su lugar en la ensalada, donde su sabor delicado aporta una nota cremosa sin opacar a los demás ingredientes.

El proceso de elaboración del queso de mano es una sinfonía de sencillez y técnica. Todo comienza con la cuajada, que se cocina lentamente hasta que se forma una masa. Luego, esta masa se estira, se dobla y se amasa una y otra vez. Este movimiento repetitivo y rítmico es lo que le confiere su elasticidad única. Finalmente, se le da la forma redonda, lista para ser degustada.

El queso de mano es un reflejo de la vida en el llano: una mezcla de tradición y sencillez. No necesita artificios para destacar. Su sabor y su textura son su mejor carta de presentación. Es un orgullo culinario, una muestra de cómo los ingredientes más básicos, combinados con la sabiduría ancestral y el trabajo manual, pueden dar origen a un producto de una calidad excepcional. Es el corazón elástico de Venezuela, un bocado que nos recuerda que las cosas más simples son a menudo las más deliciosas.


Queso Guayanés: El Alma Cremosa del Sur

El queso guayanés, una joya culinaria originaria del estado Bolívar, es mucho más que un simple lácteo. Es el sabor de una región vasta y rica, el reflejo de sus paisajes y la calidez de su gente. Su fama se debe a su consistencia única, una suavidad cremosa y untable que lo diferencia de la mayoría de los quesos venezolanos. No posee la elasticidad del queso de mano ni la dureza del llanero; su encanto reside en su textura sedosa, que se deshace en la boca, dejando una experiencia inolvidable.

Su sabor es un canto a la tradición. Es más pronunciado que el del queso de mano, con un toque salino que despierta las papilas gustativas sin ser abrumador. Esta intensidad lo hace irresistible, un bocado que siempre invita a otro. Se elabora con leche de vaca fresca, y su proceso artesanal mantiene viva la esencia de los sabores del sur del país. Cada pieza de queso guayanés es un pedazo de historia, una muestra del ingenio de los queseros que supieron capturar el alma de la región en un alimento.

La versatilidad del queso guayanés es un punto clave en su importancia gastronómica. En la cocina venezolana, se ha ganado un lugar esencial, no solo por su sabor, sino por su capacidad para adaptarse a diferentes platos. Es el compañero ideal de las cachapas, esas tortas de maíz dulce que encuentran en la cremosidad del queso guayanés su contraparte perfecta. La combinación del dulzor del maíz con la salinidad del queso crea un equilibrio sublime.

Pero el protagonismo del queso guayanés alcanza su punto culminante durante la temporada navideña, donde se convierte en un ingrediente estrella. En el menú de diciembre, hay recetas eclécticas que utilizan este queso como ingrediente del guiso de las hallacas, un plato emblemático que simboliza la unión familiar. Aunque más extendido es que acompañe, junto con la ensalada de gallina y el pernil, a este manjar multisapido, adornando el plato navideño. Su textura cremosa y su sabor salino se mezclan a la perfección con el guiso, las aceitunas y las alcaparras, enriqueciendo cada bocado de esta obra de arte culinaria. Además, es el complemento perfecto para el pan de jamón, ese icónico pan relleno de jamón, pasas y aceitunas. Una rebanada de pan de jamón con un trozo de queso guayanés es una combinación celestial.

La elaboración de este queso es un proceso delicado. Comienza con la coagulación de la leche, seguida de un suave prensado y un curado breve que le confiere su consistencia única. La leche, proveniente de las vastas tierras del estado Bolívar, dota al queso de una calidad inigualable. El resultado es un producto que honra su origen y eleva cualquier plato en el que se utilice.

El queso guayanés no es solo un producto de consumo local. Es un embajador del sabor de Venezuela, un recordatorio de la riqueza culinaria del país. Su cremosidad, su sabor intenso y su versatilidad lo han convertido en un favorito nacional. Es un pedacito del sur que se disfruta en cada rincón del territorio, un testimonio de la pasión y la maestría de sus productores. En cada bocado de queso guayanés, se saborea el alma de una tradición que perdura en el tiempo.


Queso Telita: El Placer de la Suavidad

El queso telita, un tesoro escondido en la rica tradición quesera de Venezuela, es la definición misma de la delicadeza. Aunque comparte con su primo, el queso de mano, el método de estirado de la cuajada, la maestría de su elaboración le confiere una textura que lo eleva a una categoría superior de suavidad. Su consistencia es tan etérea y sutil que se deshace en la boca, dejando una impresión de ligereza que cautiva al paladar.

Su nombre es un poema. "Telita", que significa tela pequeña, describe a la perfección su delgadez, su flexibilidad y su fragilidad. No es un queso que se impone; más bien, se pliega, se dobla y se adapta, reflejando la misma ductilidad que se encuentra en un tejido fino. Es un queso que se siente, que se palpa, que se moldea antes de ser saboreado. Su color blanco inmaculado y su superficie lisa son una invitación a descubrir una experiencia gastronómica sin igual.

El sabor del queso telita es una oda a la sutileza. Ligeramente salado, casi un susurro en la boca, su delicadeza lo convierte en un camaleón culinario. No compite con los sabores que lo rodean, sino que los realza, los complementa. Esta discreción en el sabor lo hace increíblemente versátil. Es el relleno perfecto para una arepa, donde su suavidad cremosa se funde con la corteza crujiente del maíz, creando un contraste de texturas que es una verdadera delicia. En una cachapa, su presencia es una caricia al dulzor del maíz tierno.

Pero la verdadera magia del queso telita se revela en su maridaje con el dulce. Esta combinación, que podría parecer inusual, es en realidad un clásico de la gastronomía venezolana. Su sabor salino y delicado hace de él el compañero ideal no solo del papelón rallado sino del tradicional papelón con limón, donde el contraste entre el azúcar de caña y la salinidad del queso crea una armonía perfecta. Imaginen un bocado de queso telita acompañado de una mermelada de guayaba o de mango: es una explosión de sabores tropicales, una sinfonía de lo salado y lo dulce que nos transporta directamente al paraíso.

La elaboración del queso telita es un proceso artesanal que requiere una mano experta. Tras la coagulación de la leche y el calentamiento de la cuajada, el quesero estira la masa con una habilidad casi mágica. El resultado es una hoja de queso delgada y flexible, que se enrolla cuidadosamente para formar la pieza final. Este proceso manual garantiza que cada queso conserve su suavidad y su textura única.

El queso telita no es solo un producto lácteo. Es un reflejo de la pasión, el ingenio y la maestría de los productores venezolanos. Es un recordatorio de que la belleza a menudo se encuentra en la simplicidad y de que la verdadera excelencia no necesita ser ruidosa para ser excepcional. Es el placer de la suavidad, una experiencia que nos enseña que a veces, lo más delicioso, es lo más delicado.


Queso Llanero: El Carácter Imperecedero de la Sabana

El queso llanero, una de las variedades más emblemáticas y populares de Venezuela, es la esencia misma del vasto paisaje del Llano. Este queso, de pasta dura y de un característico color blanco marfil, es el resultado de un proceso de elaboración que rinde homenaje a la sencillez y la resistencia. No es un queso delicado, sino un producto robusto y lleno de carácter, forjado por el sol ardiente y la sal de Araya. Su sabor, intensamente salino y penetrante, es un reflejo de la vida en el campo, donde la ganadería y la tradición se entrelazan.

La creación del queso llanero es un acto de sabiduría ancestral. Su proceso de elaboración incluye el prensado y la salazón, técnicas que no solo le confieren su textura firme y su sabor intenso, sino que también aseguran su conservación en un clima cálido. Es un queso que no teme al tiempo. A diferencia de los quesos frescos, el llanero está diseñado para perdurar. Su dureza lo convierte en un compañero ideal para una gran variedad de platos, lo que lo consagra como uno de los quesos más versátiles de la cocina venezolana.

Este queso se presenta en dos versiones principales, cada una con un propósito culinario bien definido. La versión dura es la más conocida y apreciada para rallar. Su textura quebradiza y su sabor potente lo hacen ideal para espolvorear sobre los platos más icónicos de la gastronomía venezolana. No hay plato de caraotas negras, ese pilar del pabellón criollo, que se precie sin una generosa ración de queso llanero rallado. Su salinidad y su umami potente elevan el sabor de los frijoles, creando una armonía de sabores inigualable. También es el queso por excelencia para acompañar una buena pasta o un simple plato de arroz, aportando una dimensión de sabor que transforma la comida más sencilla en un festín.

La versión semi-dura, por otro lado, ofrece una experiencia distinta. Con una textura un poco menos firme, es perfecta para consumir en rebanadas. Se disfruta fresco, acompañando el pan en los desayunos y las meriendas, o se transforma al calor. Cuando se fríe o se asa, el queso llanero semi-duro desarrolla una corteza dorada y crujiente mientras que su interior se ablanda, creando un bocado irresistible que combina lo salado con la calidez del aceite o el calor de la parrilla.

 

La Evolución Andina: El Queso Merideño

La historia del queso llanero tiene un fascinante capítulo en los Andes venezolanos, particularmente en el estado Mérida. En esta región de clima más fresco y altitudes elevadas, el queso llanero adquiere una personalidad propia, dando lugar a una variedad conocida informalmente como "queso merideño". A pesar de compartir el mismo origen, el proceso de maduración en el clima andino le confiere características únicas. La humedad y las temperaturas más bajas permiten que el queso se cure por un período más prolongado, desarrollando una textura aún más compacta y un sabor más fuerte y pronunciado que la versión llanera.

El queso merideño es una versión madurada y distintiva. Su sabor es más complejo, con notas que evocan la tierra y un salado que se ha integrado de forma más profunda en la pasta del queso. Su dureza lo hace ideal para rallar, al igual que su contraparte llanera, pero su perfil de sabor lo distingue y lo hace inconfundible. Es un testimonio de cómo un mismo producto puede evolucionar y adaptarse a un nuevo entorno, creando una nueva tradición.

En definitiva, el queso llanero y su variante merideña son mucho más que un simple lácteo. Son un relato de la geografía venezolana, una muestra de la capacidad de adaptación y un homenaje a la sencillez y el buen hacer de sus productores. En cada bocado de estos quesos, se saborea el sol de los llanos y la brisa fresca de los andes, una combinación de sabores que define el corazón culinario de Venezuela.

 

Queso de Trenza: El Arte de Tejer el Sabor

El queso de trenza, una de las expresiones más pintorescas y artesanales de la quesería venezolana, es un deleite tanto para la vista como para el paladar. Este queso, fresco y semiblando, se distingue de sus pares no solo por su sabor suave y su textura elástica, sino por la maestría de su forma. Su característica más distintiva es, sin duda, su elaboración. La cuajada, en un proceso que evoca la antigua tradición de tejer, se estira y se entrelaza a mano, dando como resultado una trenza perfecta que lo hace visualmente atractivo y único. Cada pieza es una pequeña obra de arte, un testimonio del ingenio y la dedicación de los artesanos queseros.

Su sabor es tan sutil como su textura. La ligereza en el paladar lo convierte en un lienzo perfecto para una gran variedad de combinaciones. Su textura elástica, que se funde con el calor, lo hace un relleno ideal para las arepas, donde se estira en hebras deliciosas con cada mordisco. Se disfruta también como un simple acompañante de pan fresco, donde su suavidad se mezcla con la corteza crujiente. Para los más aventureros, el queso de trenza frito o asado es una experiencia sensorial. El calor realza su sabor y le da una corteza dorada y crujiente, mientras su interior se ablanda, creando un contraste de texturas que es pura delicia. Es también un miembro indispensable de cualquier tabla de quesos frescos, donde su forma y sabor lo hacen destacar.

El proceso de elaboración es una danza de habilidad y paciencia. Después de la coagulación de la leche y el calentamiento de la cuajada, el quesero corta la masa en tiras que, con una destreza casi mágica, va entrelazando en la icónica forma de trenza. Este proceso manual, que se transmite de generación en generación, asegura que cada queso conserve su elasticidad y su forma. Es un proceso que honra la tradición y celebra la artesanía.


Queso de Cabra: La Excentricidad Andina y sus Sabores Intensos

Aunque la leche de vaca domina el panorama quesero venezolano, el queso de cabra se ha tallado un lugar especial, especialmente en las zonas montañosas de los Andes. Es una tradición menos común, pero no por ello menos valiosa. Los quesos de cabra, a diferencia de sus contrapartes de vaca, tienen un sabor y un aroma característicos, que los hacen únicos. Su sabor es más fuerte y ácido, un perfil más audaz que atrae a un público que busca sabores más intensos y complejos.

La producción de queso de cabra en Venezuela es, en su mayoría, a pequeña escala y de carácter familiar. Esta intimidad en la producción garantiza que cada queso reciba una atención meticulosa, lo que se traduce en una calidad excepcional. Se producen tanto quesos frescos como madurados, cada uno con un perfil de sabor distinto. Los frescos son cremosos y picantes, perfectos para untar o para maridar con frutas y miel. Los madurados, por su parte, desarrollan una complejidad de sabor que los hace ideales para la alta cocina o para ser disfrutados en una tabla de quesos gourmet.

El queso de cabra venezolano es un testimonio de la diversidad de la gastronomía del país, un recordatorio de que, incluso en las tradiciones menos comunes, se puede encontrar una riqueza de sabor y una dedicación artesanal que elevan el producto a un nivel superior.

 

Queso de Año: El Sabio Ingenio del Tiempo

El queso de año es la prueba viviente del ingenio venezolano para adaptar y crear. Su nombre, que se refiere al largo proceso de maduración que puede durar hasta un año, ya nos da una pista de su carácter. Este curado prolongado lo transforma en un queso de pasta dura y quebradiza, de un color amarillo profundo y un sabor fuerte, salado y ligeramente picante, con notas que evocan a las nueces tostadas. Es un queso que ha sabido resistir el paso del tiempo, desarrollando un perfil de sabor complejo y sofisticado.

Pero la verdadera historia del queso de año reside en su papel como un sustituto local e ingenioso del parmesano (Parmigiano-Reggiano). A pesar de que son quesos con orígenes y procesos de elaboración muy diferentes, comparten cualidades que los hacen funcionalmente similares en la cocina. Ambos son quesos duros y quebradizos, ideales para rallar sobre platos. El queso de año, con su sabor intenso y salino, aporta un umami poderoso que eleva el sabor de las pastas, sopas, ensaladas y guisos. Es un ejemplo perfecto de cómo una cultura gastronómica puede encontrar soluciones locales y asequibles sin sacrificar el sabor o la calidad.

El queso de año no es solo un ingrediente, es un símbolo. Representa la inventiva y la tradición de un pueblo que ha sabido convertir la necesidad en virtud, creando un producto que, aunque no tenga la fama internacional, es un tesoro culinario con una historia y un sabor inigualables. Cada hebra rallada de queso de año en un plato de pasta es un recordatorio de la riqueza y el ingenio de la gastronomía venezolana, un sabor que celebra la tradición y la innovación a la vez.

Un umami es el quinto sabor, se diferencia de los otros cuatro sabores básicos: dulce, salado, amargo y ácido. A menudo se describe como un sabor sabroso, carnoso, caldoso o con cuerpo.

En el contexto del texto, el queso de año, al ser salado y haber pasado por un largo proceso de maduración, desarrolla un sabor intenso y profundo. Ese sabor es lo que se conoce como umami. Cuando este queso se añade a platos como pastas, sopas, ensaladas y guisos, el umami realza y profundiza el sabor de los demás ingredientes, haciendo que el plato en su conjunto sea más sabroso y complejo. Es por eso que se dice que "eleva el sabor".


Origen y Naturaleza del Umami

El término "umami" proviene del japonés, donde "umai" significa "delicioso" o "sabroso". Fue identificado por primera vez en 1908 por el químico japonés Kikunae Ikeda, quien descubrió que el sabor provenía del glutamato, un aminoácido presente de forma natural en muchos alimentos.

El glutamato se encuentra en grandes cantidades en alimentos que han sido fermentados o curados, como el queso de año, el queso parmesano, la salsa de soja, el jamón curado y los tomates maduros. Este es el motivo por el cual estos alimentos tienen un sabor tan potente y profundo.

 

El Carácter Artesanal y la Falta de Marcas Comerciales

Una de las características más notables de la industria quesera venezolana es la ausencia de marcas comerciales en la mayoría de sus productos. Este fenómeno, lejos de ser una debilidad, es un reflejo de su arraigo cultural y de la naturaleza artesanal de su un producción. 

Las razones son multifactoriales:

·    Producción a pequeña escala: La elaboración se realiza en pequeños caseríos, fincas o queseras familiares. No es una producción industrializada.

·       Canales de comercialización cortos: La mayoría de los quesos se venden directamente en mercados locales, a pie de carretera o a través de intermediarios, sin la necesidad de un empaque formal o una marca.

·       Consumo inmediato: La mayoría de estos quesos son frescos, con una vida útil corta, lo que hace innecesario un sistema de distribución a gran escala.

·   Barreras económicas: Para muchos pequeños productores, el costo y la complejidad de formalizar la empresa y registrar una marca son barreras insuperables.

Esta falta de marcas no desmerece la calidad del producto, sino que subraya su autenticidad y su conexión con las tradiciones locales. Los venezolanos reconocen los quesos por su nombre genérico y su procedencia regional ("queso llanero", "queso de mano del Zulia"), más que por una marca específica.

 

Conclusión: Los Quesos Venezolanos, un Legado Culinario de Identidad y Pasión

Los quesos de Venezuela trascienden por mucho la categoría de simple alimento. Son narradores silenciosos de la historia, la creatividad y el ingenio de un pueblo. Cada variedad es un testimonio del lugar de donde proviene, una manifestación tangible de la geografía, el clima y las tradiciones que la moldearon. Son un espejo de la Venezuela profunda, una que se saborea en cada bocado y que se perpetúa en la mesa de millones de hogares. Desde la frescura del queso de mano hasta la intensidad del queso de año, estos productos no son solo derivados lácteos, sino un legado culinario invaluable.

Cada queso venezolano es un viaje sensorial. La elasticidad del queso de mano nos transporta a la inmensidad de los llanos, a la sencillez y el trabajo manual que lo caracteriza. La cremosidad del guayanés nos lleva al calor húmedo de Bolívar, al sabor de la selva y los ríos. La suavidad del telita es una caricia al paladar que evoca la delicadeza de una tradición que se mantiene viva. Estos quesos son mucho más que un producto: son una historia de tradición, un sabor de hogar que se mantiene vivo en cada arepa, cada cachapa y cada comida familiar.

El ingenio venezolano se manifiesta de manera sublime en la variedad de sus quesos. No hay nada casual en su diversidad. El queso llanero, con su dureza y salinidad, es el resultado de la necesidad de conservar el excedente de leche en un clima cálido. Su evolución en los Andes, dando origen al "merideño", demuestra la capacidad de adaptación y de crear nuevas tradiciones. El queso de año, por su parte, es un ejemplo magistral de cómo una cultura gastronómica puede encontrar soluciones locales y asequibles sin sacrificar el sabor o la calidad. Al ser un sustituto ingenioso del parmesano, nos enseña que el ingenio y el sabor no tienen por qué ser costosos.

La producción artesanal de la mayoría de estos quesos es lo que les otorga su identidad única. A diferencia de la producción industrial, la elaboración manual permite que cada pieza tenga un carácter propio. La ausencia de marcas comerciales, lejos de ser un defecto, es un reflejo de este proceso artesanal y de la profunda conexión que existe entre el productor y el consumidor. Es un circuito corto, de confianza y de tradición, donde la calidad del queso se reconoce por su origen regional y por el boca a boca, no por un empaque sofisticado. Esta autenticidad es, en sí misma, un legado invaluable.

En un mundo globalizado donde los sabores tienden a homogeneizarse, los quesos venezolanos son un recordatorio de la importancia de la identidad culinaria. Son un testimonio de que la excelencia se puede encontrar en la sencillez, en el trabajo manual y en la adaptación a los recursos locales. Desde la frescura de un queso recién hecho hasta la complejidad de uno madurado, cada bocado es una celebración de la creatividad y del ingenio de un pueblo. Son sabores que no solo alimentan el cuerpo, sino que nutren el alma y mantienen viva la memoria de un país. En última instancia, los quesos de Venezuela son un legado culinario que define y celebra la pasión de un pueblo por su tierra y sus tradiciones.

 

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