22 de Noviembre
de 2013, entre las 2 y 3 de la tarde. A 36 mil pies, en un vuelo de Maracaibo a
Caracas, sobrevolando el Estado Falcón, se apreciaban los verdes paisajes
con algunos copos de nubes blancas sobre ellos. Luego vendría el zarco
del mar, también engalanado de níveas motas. Hacia arriba, todo el cielo tapizado
de gris muy claro, casi nevado.
En el horizonte, el cenit de un intenso azul
puro. Pero una duda me rondaba. ¿Cómo se vería el cielo desde abajo, desde
los verdes paisajes adornados con una que otra nube clara? ¿Se verían los
albinos copos y arriba de ellos el cielo blanco de fondo? O ¿el cielo
azul claro con dispersos cirros albos? Al aterrizar, lo primero que busqué fue
mirar hacia arriba.
Ya no estaban los lindos mechones de nubes blancas. En
cambio miraba nimbos sombríos muy oscuros sobre un manto gris ya no tan claro presagiando una tormenta, que al final no se desató. Eran sin embargo los
mismos elementos, sólo que vistos desde ángulos opuestos.
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