A Mis Amigos de Bus Margarita. Con Cariño.
1. Esta canción se llama originalmente El Chofer de Aquí También aparece en YouTube, Facebook, y demás plataformas, como El Chofer de Venezuela. Y se la dedico, con mucho cariño, y afecto, pero sobre todo con elevado agradecimiento, a todos los choferes de Bus Margarita. Unos ya son tan amigos míos que no me dejan pagar.
2. Y es que los he ido conociendo con la sinceridad por delante. Palabras más, palabras menos: «Buenos días amigo, cuando llegue a su destino, ¿se devuelve al Terminal de Porlamar?» Imposible que coincidan todas las respuestas. Pero tampoco son iguales todas mis preguntas. La mayoría de las veces las he formulado tan mal que el «Tú lo que quieres es pasear» ha sido por mí muchas veces recordado.
Robledal, La Isleta, Manzanillo, Guarame, La Asunción, Juan Griego, San Juan Bautista, La Guardia, Pampatar, La Auyama, La Sierra y El Valle, han sido los destinos privilegiados para mis sentidos.
Destinos que involucran las prodigiosas visiones de las iglesias católicas más inusuales que jamás nuestros ojos hayan acariciado.
Son los templos de El Valle, Juan Griego, San Juan, Los Millanes, Tacarigua, Santa Ana, Pampatar, La Asunción, los dos de Los Robles, el de La Ermita, allá arriba, antes de llegar a Parque Costa Azul, y la Capilla de la Virgen Del Pilar. Y siguen los de El Espinal, Las Barrancas… Con la excepción de la Iglesia San Nicolás de Bari, en Porlamar, a todos esos templos se les puede recorrer, y dar la vuelta, por fuera.
3. Pero lo anterior siempre sucede luego de unas escenas previas. Bajo el Sol ardiente, las Primeras. Y bajo el caluroso techo de zinc, aunque venteado, de El Terminal, las Segundas.
Primeras: En las esquinas de la Calle Igualdad, no deben pasar de 20 años de edad los que te dicen, faja de billetes en mano, y cuando pasas cerca de ellos, en voz no muy alta «dólares, dólares, dólares. Billetes rotos, rayaos, picaos, partíos, pegaos…»
Y si estamos en la misma Calle Igualdad, sentados en un banquito de la Plaza Bolívar, vamos a escuchar a los voceadores, y colectores a la vez, decir, ¡a todo gañote! y desde las puertas de los autobuses, privados o rojitos: «…Agua de Vaca, Pampatar, Apostadero, Parque Costa Azul, Sambil, Playa El Ángel, La Vela, La Auyama, Farmatodo, Rattan Plaza, PTJ…».
Yo tuve que emplear comas, y demás signos de puntuación, para hacerme entender. Pero esos carajitos no le paran a eso. Se hacen entender milagrosamente. Sin ningún subterfugio gramatical.
Esos muchachos vocean todo lo que narré de la manera más rápida posible. De allí que pude escribir esto solo después de un año, escuchándolos, a diario.
Segundas: Ya en el terminal, también en La Igualdad, escucharemos vocear, solo para los autobuses privados, y los rojitos con destino La Guardia: «Boquerón, La Pista, Valle Verde, 911, Cotoperiz, Carcarapiral, Cerromar, La Guardia (directo), Pedro Luis, San Antonio, Casitas, la vía…»
A los autobuses rojitos. Los de Bus Margarita. No hace falta vocearlos. Nosotros, sus usuarios, los esperaremos siempre pacientemente. Pues claro. Sus tarifas se amoldan a nuestros bolsillos de moneda nacional.
Aunque no solo se escuchan las poblaciones, voceadas ¡en muy alta voz! para atraer a los usuarios. Se escuchan también las mercancías, voceadas, no en tan alta voz, porque se acercan más a los clientes. Van caminando. Y dicen: «Laj tetaj, laj tetaj, laj tetaj, laj tetaj, laj tetaaaaaj»
Yo no he comprado las tetas. Pero por el gentío que las compra, se trata de unas bolsitas plásticas llenas de una deliciosa sustancia coloreada y congelada. Y la chupan, a través de un huequito dejado por un mordisco, con fruición, sus consumidores. Por tan solo un bolívar. O dos de a 500, como se lee en los billetes.
Creo que tiene que ver con nuestro echoncito, nuestro niño ignorado colectivo. El mismo que le cambió el nombre a la punta trasera por picaña (“picanha” en portugués brasilero).
«Tostones a mil». «Chupetas a 500». «Chocolates a 3 por dólar». A cualquier hora, en el terminal. Y así se van las horas. Placenteramente, en el Terminal del Oeste.
Por cierto que le colocaron un letrero: “Estación Terminal Oeste”. Esa “Estación” delante ¿Será para que, sin forzarnos, nos acostumbremos a llamarlo “La Terminal”? ¿Cómo la película de 2004? Ese es su uso en España. En América Latina es "El Terminal".
Me saludan con alegría, el chofer y su niño. «¿Vas a pasear hoy?» Me dice el chamo. «Hoy no. Ya encontré qué hacer», le respondo yo. Y continúo: «Me dejas en el Costa Azul». Y me dice el papá:
-Chico, lo que pasa es que para Pampatar no es igual que para Manzanillo, o Juan Griego, donde hay terminales, o paradas. Y uno se baja, se sienta a esperar. Y en el mismo autobús uno se vuelve a montar. Y se regresa.
Ahora es uno de mis grandes amigos. Uno de mis dilectos choferes, quien siempre anda con su muchacho. Doce años tendrá. Pero que también ahora es mi hermano querido. Así lo considero.
¡Y la verdad es! El final de la ruta de Pampatar es Agua de Vaca. Y Allí hay que llenar primero tres autobuses privados. Para después volverse uno a montar en el rojito. De tal manera que ahora yo evito bajarme en Agua de Vaca. Calculo el tiempo de regreso. Me quedo en alguna de las tantas paradas intermedias. Y ya está.
5. Ah! Pero lo más bonito de todo esto es que siempre te vas a encontrar con una persona oriunda de Margarita. Sí. En el trayecto de regreso. Sí. Allí más que todo. Que te hará sentir feliz. Y tú a esa persona. Y, si no tienes teléfono, se conectarán por Facebook.
Margarita 27 de agosto de 2022